Siempre había querido participar en algún voluntariado y, aprovechando que me venía a vivir a Sevilla y que hay mucha más variedad de centros en los que participar que en el lugar de donde soy pues, me animé. Este voluntariado lo que establece es una red de apoyo a los pacientes que sufren algún tipo de daño cerebral y a sus familias para intentar que la vuelta al entorno cotidiano del paciente sea lo más adecuada posible.
Al principio, cuando comencé con el voluntariado pensaba que no sería capaz de seguir, el estado en el que se encuentran muchos de los pacientes con los que tienes que trabajar no es el más favorable debido al posible derrame sufrido y los familiares en algunos casos no saben transmitir el apoyo necesario a los enfermos o tener la constancia y dedicación necesaria que se requiere en estos casos. Son en estas ocasiones en las que puedes sentirte más perdida al ver como no controlas la situación pero no son las más numerosas. Normalmente ves como los pacientes, aunque se cansen de hacer las actividades y sientan que no van a poder mejorar y salir del estado en el que se encuentran, intentan una y otra vez hacer los ejercicios que se les mandan. Nunca falla para intentar animarlos el que les recuerdes que de esa manera será la única forma que tendrán para conseguir poder recuperar la movilidad de las zonas afectadas y volver a casa.
Me quedo con esas historias que te cuentan mientras que realizan las actividades, con la felicidad que les entra al ver que pueden conseguir las metas que se les establecen, con la ilusión de sus familiares por verlos mejorar... por raro que suene, siempre deseo que la primera vez que los vea sea la última ya que, esto significará que para la próxima vez que vaya a hacer el voluntariado ellos ya han vuelto a casa. Desgraciadamente no es algo que ocurra en la mayoría de las ocasiones.
Fernando, Julio, Blas, Luisa, "Popeye", Manuel... de todos ellos siempre me quedaré con alguna anécdota, vivencia o aprendizaje.
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